Hoy la foto que subo para ilustrar mi post es de mala calidad. Disculpad, pero es la única que tengo con Enrique Laso, gran escritor de novela negra y policiaca fallecido esta misma semana.
Y veréis, es que desde que el Viernes me enteré de su muerte, no he podido pensar en otra cosa…
Lo conocí a finales de Abril, en el Congreso de Escritores que se celebró en Gijón, y su personalidad me impactó profundamente. Enrique era… como una botella de champán bien agitada. Todo efervescencia. Todo burbujas. Todo chispa y ojos perspicaces. Trasmitía optimismo, creatividad y buen rollo y su ponencia fue, para mí —y se lo llegué a decir, además—, de las más inspiradoras del Congreso.

Tal vez por eso la noticia de su muerte me ha dejado perpleja. Y tal vez por eso, también, al enterarme me he sentido un poco… como si hubiese perdido un amigo.
Y me han venido a la cabeza las palabras de “El Principito”:
“No es casualidad cuando la vida insiste en cruzarte con algunas personas”.
Pues sí, sabias palabras las de el Principito. Hace ya mucho que no creo en las casualidades. Enrique me inspiró, me dejó huella, y me enseñó. Y creo que en ese momento yo necesitaba de esa inspiración, de esa huella y de esas enseñanzas.
Por eso… Adiós y gracias, Enrique Laso.