¡Hola! Tras mi primer post, que fue leído por más de cien personas (antes de nada, ¡mil gracias a todos los que os habéis tomado la molestia de pasar por el blog y leerme!), he recibido varios mensajes en mi mail, de escritores que me hablan de lo difícil que es publicar y de lo cerca que están de tirar la toalla, así que he decidido dedicar mi segundo post a este tema y responder así a todos ellos.
Empecemos: yo siempre he tenido claro —y ahora, echando la vista atrás, lo tengo más claro aún si cabe— que publicar es una carrera de fondo.
Me explico: no hay que desesperarse si una opción no sale, no hay que echarse las manos a la cabeza si no consigues agencia literaria (o tu agencia literaria te ignora, lo qué a efectos prácticos es lo mismo), no hay que perder el entusiasmo si ese certamen literario al que presentaste tu libro ha escogido otro ganador…
Hay que perseverar, perseverar y perseverar. Tampoco es tanto pedir, ¿no? Al fin y al cabo, escribes porque te apasiona (y si no es así, vete olvidando del tema…). Perseverar, perseverar y perseverar y… por supuesto, tener un buen material: una novela bien escrita, bien hilada, con personajes redondos que atrapen al lector.
A partir de ahí… ¿Qué hay cosas que no salen bien a la primera? Sigue intentándolo. ¿Tampoco salen bien a la segunda? Sigue intentándolo. ¿Siguen sin salir bien a la tercera? Inténtalo de nuevo. Hay un dicho que dice que los trenes pasan una sola vez en la vida. Bien, pues yo creo que ese tren, ese en concreto, con esos pasajeros, sí, solo pasa una vez en la vida. Pero luego llegará otro. Y otro. Y otro. ¿Y si el siguiente tren es mejor, más cómodo, con unos pasajeros más simpáticos y un catering de la leche? Venga, vamos, lo que hay que hacer es… ¡no abandonar la estación!
¿Y cuánto hay que esperar?, preguntarán algunos. ¿Un año? ¿Dos? ¿Diez? ¿Veinte? Pues bien, hay ejemplos que ilustran a la perfección que, para esta pregunta, todas las respuestas son válidas: Saramago empezó a escribir “Levantado del suelo”, la novela que se considera el comienzo de su carrera literaria, con 50 años, cuando se quedó en paro, y acabó ganando el Nobel; Daniel Defoe escribió y publicó su primera novela, “Robinson Crusoe”, a los cincuenta y nueve; Isabel Allende empezó a escribir con cuarenta años, después del fallecimiento de su abuelo, y lo primero que hizo fue algo tan fantástico como “La casa de los espíritus”. Con estos ejemplos lo que quiero decir es que hay mil trayectorias posibles y no has de tener prisa. Disfruta con lo que haces, ten claros tus objetivos y… ¡sé tortuga, no liebre! ¿Qué opinas de esto? ¿Estás de acuerdo con este consejo? ¿Eres tortuga o liebre? ¡Comparte conmigo tus opiniones!